Palos tóxicos
“No hay extractivismo, no hay minería, no hay soja, no hay monocultivos sin militarización de la sociedad -señala el uruguayo Raúl Zibechi-. Esto no es que sea un error. La militarización es parte de modelo”.
La realidad represiva también reina en las luchas socio-ambientales en todo el país. Todo el glifosato, el cianuro y el metano se mezclan con pólvora.
El bloqueo contra la fábrica de Monsanto en la localidad cordobesa de Malvinas Argentinas, los cortes selectivos en rutas contra la mega-minería, los planes de lucha contra la contaminación petrolífera son las distintas acciones directas que han tenido que padecer el ruido de las balas y los golpes de los palos.
La última que se recuerda ha sido la represión vivida en Jáchal contra la Barrick Gold, a fines de octubre, en las frías tierras de San Juan.
Pero en Córdoba, tierra del agro-negocio, no queda exenta a esto. A partir del anuncio de la llegada de Monsanto en Malvinas Argentinas, se contabilizan en total cinco hechos represivos en tan solo dos años y medio. Todo medido desde el accionar de la policía, pasando por intentos de desalojo al acampe sin orden judicial, hasta el recurso de la represión tercerizada recurriendo a patotas.
Incluso, los vecinos de la ciudad que luchan contra la fábrica Porta Hnos. siguen firmes ante cada amenaza azul y cada emanación que se expulse en ese lugar.
A pesar de todo, el levantamiento contra el extractivismo sigue endeble. Dos años enteros de bloqueo a la multinacional es una prueba de ello. Las resistencias prevalecen. Las luchas crecen. Y de frente, mar.