Nos sorprende y no nos sorprende
Un policía que formaba parte de la CAP (Comando Acción Preventiva), con identidad reservada porque dice que teme recibir represalias, presentó una denuncia en una fiscalía penal. Asegura que sus superiores los obligaban a realizar detenciones arbitrarias para dibujar las estadísticas. Se trata de un subcomisario y un oficial principal. Pero también, aparecen en escena un comisario y un actual miembro del Tribunal de Conducta Policial, que habrían intentado persuadir al denunciante para que desista su cometido.
Las pruebas incluirían conversaciones por Whatsapp, donde muestran los mensajes que les ordena hacer los “colchones” diariamente. “Vamos con los controles”, les dicen y les ordenan, y ellos acatan. Así los muchachos agarran a cualquiera que vaya en moto, vaya en la calle, vaya malvestido, vaya con pinta de venir muy lejos, vaya con una cara que busca problemas… Eso, eso cualquiera excusa que sea, vaya directo pa’l calabozo.
Todo se logra, teniendo el Código de Convivencia a mano, aquella misma que reemplazó el repudiado Código de Faltas. En realidad, con una mala interpretación al actual Código de Convivencia, según se sabe en la prensa.
Nos sorprende por lo inesperado de la noticia. Pero tampoco nos sorprende el contenido.
Ese cambio cosmético del de Faltas al de Convivencia no logra cambiar ni lo estructural ni lo medular del aparato policial en Córdoba, que en sí es represivo. Y siempre subordinado a las órdenes que imparten desde arriba bajo ciertos intereses. Porque lo que dice esa denuncia es un calco no solo lo que viene denunciando durante todo éste siglo sobre cómo la policía se lleva a lxs pibes, sino también a lo que dice la sentencia contra el comisario Pablo Márquez, condenado en 2015 por exactamente lo mismo: ordenar a sus uniformados a detener arbitrariamente, con el Código de Faltas en mano.
No nos sorprende. Pero no por eso ninguneamos la noticia. Como así tampoco darle todo el crédito a la denuncia. Como todo aparato, la Policía también tiene sus disputas internas que se chocan y se salpican entre sí. Y cuando echan un gran moco, tratan de solucionarlo con otro mocazo. Véase si no lo que pasó en el 2013 con el escándalo de los narcopolicías: cambian de cúpula y con eso terminamos el año con un acuartelamiento policial.
Para este 18 de noviembre, realizaremos la Marcha de la Gorra Número 15 en la ciudad de Córdoba. Y esta noticia es otro motivo que nos impulsa a gritarlo cada vez. Con bronca y con lucha colectiva. A la represión ni cabida. Aunque no nos sorprenda.